sábado, 18 de marzo de 2023

EL HUMANISMO

 

¿Hacia una humanidad sin humanidades?

 

Savater menciona que “uno de esos fantasmas es la hipotética desaparición en los planes de estudio de las humanidades, sustituidas por especialidades técnicas que mutilarán a las generaciones futuras de la visión histórica, literaria y filosófica imprescindible para el cabal desarrollo de la plena humanidad” (Savater, F. (1997)), como bien se menciona las humanidades.

Los planes de enseñanza se enfocan en conocimientos científicos o técnicos que se consideran útiles en el ámbito laboral y que tienen una aplicación práctica directa. Algunos de los avances tecnológicos y los descubrimientos recientes tienen un mayor prestigio para estos conocimientos, mientras tanto el pasado o teorías especulativas pueden ser vistos como una pérdida de tiempo. A menudo, se ve con escepticismo cualquier intento de comprender el mundo en su totalidad, ya que estas aspiraciones a menudo han llevado a ideologías totalitarias en el pasado y pueden dar lugar a controversias que el pensamiento políticamente correcto del momento prefiere dejar abiertas para que cada individuo elija su propia interpretación.

Ahora bien, la cultura científica y la cultura literaria es un fenómeno que se c
onsolidó en el siglo pasado debido a la creciente complej
idad y especialización de los conocimientos, lo que hizo imposible para el sujeto abarcar todo el saber. Esto llevó a la renuncia y la especialización, que algunos interpretan como una cuadrícula inhumana. Por otro lado, los científicos pueden ridiculizar la ineficacia de las palabras de los literatos. Es importante señalar que esta separación cultural no es una constante necesaria y es un fenómeno contemporáneo. Muchas de las figuras más ilustres de nuestra tradición intelectual no la habrían apoyado.

Se dice que el humanismo busca desarrollar habilidades como el pensamiento crítico, la curiosidad, la lógica, la sensibilidad hacia las grandes obras del espíritu humano y una visión general del conocimiento. No hay argumentos serios que indiquen que el estudio del latín y el griego sea más propicio para desarrollar estas habilidades que las matemáticas o la química. Estos son solo ejemplos que se mencionan con imparcialidad, ya que el autor reconoce su propia incompetencia en estas disciplinas.

Aún existe un debate en torno a las humanidades que no se centra principalmente en la denominación de las materias que se van a impartir, ni en su carácter científico o literario. Todas las disciplinas son importantes, algunas más oportunas y otras imprescindibles, al menos desde la perspectiva de los profesores cuyo futuro laboral depende de ellas. La oferta educativa se amplía año con año, con la incorporación de nuevas materias. Se incluyen la música, la pintura y la escultura, el cine, el teatro, la informática, la seguridad vial, los primeros auxilios, la economía política, la expresión corporal, la danza, la redacción y el análisis de los periódicos, entre otros.

Las materias docentes, independientemente de cuáles sean, son enseñadas de manera ineficaz, y que expulsa del conocimiento en lugar de atraer hacia él. Dejando a un lado la incompetencia de algunos profesores o al menos esos recuerdos que tiene algunos alumnos, así como las malas influencias sociales, como la seducción de la televisión que aleja de los libros, la prisa por obtener resultados rentables a corto plazo que impide el necesario sosiego escolar.

El autor argumenta también que, para enseñar una materia, el profesor debe despertar el deseo de aprender en los estudiantes, ya que aquellos que no sienten interés por la asignatura difícilmente aprenderán algo. Para lograr esto, el profesor debe estimular la curiosidad de los alumnos con anécdotas interesantes y ponerse en el lugar de aquellos que no están apasionados por la materia. Se critica la pedantería,  y la ciencia por sus fundamentos teóricos en lugar de empezar por las inquietudes y tanteos que han llevado a establecerlos. Además, la ciencia tiene su propia lógica epistemológica que difiere radicalmente de la lógica pedagógica que debe seguirse para iniciar a los neófitos en su aprendizaje. En lugar de enseñar desde los planteamientos teóricos actuales, a veces es más pedagógicamente aceptable enseñar desde teorías que ya no están totalmente vigentes, pero que son más comprensibles o estimulantes para los estudiantes. Es por eso que es importante abrir el apetito cognoscitivo del alumno y no agobiarlo ni impresionarlo.

También expresa las diferencias entre un maestro pedante y uno humilde, así como la importancia de fomentar las pasiones intelectuales y usar un lenguaje sencillo al enseñar. El autor expresa que el maestro pedante se enfoca en demostrar su propia inteligencia y ser admirado por sus compañeros, en lugar de ayudar a sus estudiantes a aprender. Mientras tanto, el humilde maestro se esfuerza por ayudar a sus estudiantes a aprender, incluso si son principiantes. El autor Rivera cree que un buen maestro no solo debe enseñar hechos y teorías, sino también mostrar a los estudiantes los caminos metodológicos que llevaron a estos descubrimientos. Además, el profesor debe cultivar pasiones intelectuales en sus alumnos y recordar que sus alumnos no pueden convertirse en profesionales en su área temática. La memorización a veces se infravalora en la educación contemporánea, es esencial para desarrollar la inteligencia y la memoria.

Ahora bien, hablemos de las nuevas tecnologías como las computadoras y otras innovaciones que pueden conducir a la inevitablemente deshumanización de la sociedad, tales dispositivos son herramientas, no demonios, y que surgieron por el deseo de mejorar el conocimiento y comprensión del mundo.  Se menciona que existe una preocupación por la pérdida de una educación humanística, estas preocupaciones no están relacionadas con los temores de la tecnología, sino más bien con cuestiones de metodología y contenido de enseñanza. El término "humanidades" se originó en el Renacimiento para describir estudios centrados en textos de origen humano en lugar de obras teológicas o religiosas. Estos estudios incluyeron obras de ciencia y conocimiento, no solo literatura, y el objetivo era desarrollar una educación integral que incluyera fluidez lingüística y una amplia gama de conocimientos.

La educación es un tema crucial en la sociedad actual. Una de las principales preocupaciones en cuanto a este tema es la forma en que se enseña y cómo se transmiten los conocimientos. Esta educación debe estar enfocada no solo en enseñar datos y conceptos, sino en desarrollar la sensibilidad narrativa y literaria de los estudiantes. Como se menciona en el texto "humanos no somos problemas o ecuaciones, sino historias; nos parecemos menos a las cuentas que a los cuentos".

Es por eso que la enseñanza es capaz de narrar cada una de las asignaturas, vinculándolas a su pasado, a los cambios sociales que han acompañado su desarrollo, y a la forma en que estos conocimientos afectan nuestras necesidades vitales y nuestros sueños. La verdadera humanidad está en las materias de estudio que conservan vivo el latido.

Es importante que no se pierda ni minimice la consideración histórica en nuestros aprendizajes básicos, aunque comprender la historia sea mucho más difícil que memorizarla. Quizá sea oportuno, como se ha sugerido a veces, que se acostumbre a los alumnos a leer la historia de sus naciones.

También se habla de una sensibilidad narrativa que es ante todo sensibilidad literaria, básicamente se aprende leyendo, aunque haya otras importantes formas de narración que la educación tampoco debe descuidar, como la cinematográfica. Sin embargo, leer es siempre una actividad en sí misma intelectual, un esbozo de pensamiento, algo más activamente mental que ver imágenes: después de la palabra oral, la voz escrita es el más potente tónico para el crecimiento intelectual que se ha inventado.

En algunos casos, el exceso puede ser contraproducente y se logra que los alumnos aborrezcan la lectura convirtiéndola en obligación, en lugar
de contagiarla como un placer. La lectura y la escritura deben ser vistas como una tarea de la educación humanista que resulta más fácil de elogiar que de llevar eficazmente a la práctica. Es importante que los estudiantes se sientan atraídos por la literatura y la escritura, y no las vean simplemente como una tarea más.

En conclusión, la educación debe estar enfocada no solo en enseñar datos y conceptos, sino en desarrollar la sensibilidad narrativa y literaria de los estudiantes. La sensibilidad narrativa es una forma de entender la vida y la historia, que nos permite comprender y asimilar el mundo que nos rodea. Los maestros deben ser capaces de transmitir la importancia de la lectura y la escritura, de tal manera que los estudiantes las vean como una herramienta de enriquecimiento personal, y no simplemente como una tarea más. Además, el profesor debe cultivar pasiones intelectuales en sus alumnos y fomentar las materias de humanidades para tener una mejor comprensión consigo mismo y con el mundo. Recordemos que el conocimiento es más rico cuando se aprende a través de la lectura.


Bibliografía:

  • Savater, F. (1997). Capítulo 5 ¿Hacia una humanidad sin humanidades?, El valor de educar. Barcelona: Ariel.

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